Ronald Gamarra
No voy a repetir lo que tantos analistas han señalado sobre el resultado de las elecciones, la dividida votación, la derrota de las propuestas de centro y el paso a segunda vuelta de las dos opciones que tenían mayores resistencias. Quiero enfatizar que aunque es momento de dudas, es también de oportunidades para la democracia. No creo en las pesadillas, creo en los procesos sociales y participar de ellos, desde el lugar que nos corresponda, ya sea apoyando, criticando o resistiendo.
Primera oportunidad: El resultado dividido indica que nadie puede reclamar el derecho a imponer su programa o su voluntad sin tomar en cuenta a los demás sectores del electorado que no les dieron su voto. No hay en la democracia lugar para la soberbia ni para la prepotencia. Por tanto: acuerdos políticos macro y de largo plazo se imponen. Desempolvar el AN, como el marco en que se inscriban los planes de gobierno, puede servir como punto de apoyo.
Segunda oportunidad: Se abre un novedoso escenario, casi inédito aquí, para un intenso período de búsqueda de consenso entre fuerzas políticas, líderes de opinión y otros representantes de los sectores sociales. Los candidatos están obligados a ello. Pero, ojo, sería un error conversar solo con los partidos. Si algo ha mostrado este 10 de abril, es que el país fluye por otras rutas y otras representaciones. La sociedad civil y las dirigencias también cuentan. Ojalá esta oportunidad no se vuelva solo en un banal baile de disfraces.
Tercera oportunidad: Como nunca desde el periodo de la CVR, los temas de democracia, desarrollo, y sobre todo DDHH, van a estar en el centro de la discusión. Y, creo firmemente, van a permitir separar la paja del trigo. Y poner algunas vallas y marcadores bien claros: impunidad, no; violaciones, no; discriminación, no; amnistías, no.
Cuarta oportunidad: Podemos levantar estándares democráticos y de derechos para todos los actores. Estándares que trasciendan esta elección y generen mayor cultura política democrática. Sí, para muchos, la dificultad surge porque las dos fuerzas ganadoras eran las menos deseables para la estabilidad del país. Una, comprobada heredera de un régimen criminal y corrupto, y la otra, que genera incertidumbre sobre sus posibles actos debido a puntos ciegos en su plan de gobierno (libertades y temas de manejo económico responsable). Por ello: pongamos sobre la mesa, levantar estos estándares para todos los actores políticos. Sin cheques en blanco ni profesiones de fe.
La duda: Que pese a todos los esfuerzos, el que gane, una vez en el poder, no cumpla lo acordado. Es posible en cualquier lugar del mundo y en el Perú, goza de vieja y nueva tradición. Pero les habremos puesto el camino más difícil, a quienes nos gobiernen. Y llegado el caso, se habrán colocado marcas para recordar, medir, pedir cuentas y seguir resistiendo.
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